jueves, 21 de julio de 2011

Porque la crisis no es culpa de todos. Porque las soluciones a la crisis no pueden venir solamente de los de abajo. Porque eso de culpar al pueblo, en general, no queda del todo bien. Porque la crisis viene de donde viene, no de otros sitios. Porque no saldremos de ella cuando el pueblo quiera. Por todo ello, nuestro colaborador se declara "no culpable" de la acusación de que todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades en tiempos de bonanza. Un discurso que se extiende como la pólvora entre los responsables políticos. 

 En el debate de su investidura como presidenta de Navarra, la candidata soltó una afirmación que se ha hecho un lugar común entre muchos políticos y economistas y que me irrita especialmente. Lo dijo replicando al portavoz de Izquierda-Ezkerra: "Todos somos en parte responsables de la crisis porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.

Lo bueno de repartir la responsabilidad entre todos es que al final la culpa no es de nadie. El castigo de la crisis económica nos ha caído encima como algo fatídico, es cosa del destino, qué se le va a hacer, cada uno que apechugue con lo que le toque, se lo ha merecido. Nada de buscar culpables, nada de poner castigos. Así que todo el mundo puede seguir en sus mismos puestos: los banqueros, los economistas, los políticos, los parados.

Es un argumento tramposo hasta la náusea y en lo que a mí se refiere lo niego rotundamente. Yo no he vivido por encima de mis posibilidades. Llevo muchos años viviendo incluso un poco por debajo de mis posibilidades. Llego a fin de mes sin gastarme todo mi sueldo e incluso he logrado ahorrar un poquito. Hace más de un cuarto de siglo que no he pedido prestado y no debo nada a nadie. Pago al contado y no compro cosas con dinero que no tengo. La última vez que pedí dinero fue con la única hipoteca que he tenido para comprar mi vivienda; la pagué religiosamente e incluso la cancelé de forma anticipada. No he comprado más inmuebles, no he jugado a la bolsa, no he invertido mis ahorros en fondos especulativos. He pagado mis impuestos puntualmente, además sin posibilidad alguna de defraudar ya que cobro del erario, y además he contribuido a algunas oenegés.

No me quejo sobre mis posibilidades; vivo razonablemente bien y no he sentido la necesidad, que por lo visto otros tienen, de endeudarme para hacer viajes exóticos o alojarme en hoteles de lujo asiático, para cambiar de coche cada par de años y cada vez comprar uno más potente, más rápido, más todoterreno, más caro, para renovar el vestuario cada temporada y el mobiliario cada pocos años, para comprar un apartamento en la playa o para sacarme el título de piloto de helicóptero. Soy de costumbres simples y de gustos vulgares y baratos. Pero lo que no trago es tener que compartir la supuesta culpa colectiva de haber vivido por encima de mis/nuestras posibilidades.

Y si me quieren acusar de individualista y de ignorar que 
también como sociedad hemos llevado un estilo de vida por encima de nuestras posibilidades colectivas, que también ha habido unos gastos públicos excesivos, también rechazo mi culpa. Nunca he votado por los que nos han gobernado (soy un perdedor crónico), pero además me he opuesto y he criticado en privado y en público sus decisiones económicas. He censurado la desregulación de los mercados, la especulación financiera, la burbuja inmobiliaria, el desarrollismo a ultranza, las inversiones desmesuradas de dudosa utilidad social (llámese AVE, aeropuerto de Ciudad Real, circuito de velocidad de Los Arcos o museo de los sanfermines), bajar los impuestos a los ricos, tolerar el fraude fiscal y permitir los paraísos fiscales, los sueldos millonarios de ciertos responsables económicos o políticos, el gasto militar y las guerras de los últimos cuarenta años. La verdad es que los que mandan, y la mayoría de la población, no me han hecho ni puñetero caso. Como soy demócrata me aguanto, pero no me siento responsable de los chandríos que han hecho otros con mi opinión y mi voto en contra.

Ojo, si hablamos de ser responsables en otro sentido, no como culpables, sino como comprometidos, si hay que echar una mano para ayudar a recomponer el desastre, estoy dispuesto. Si hay que pagar más impuestos, se pagan, pero todos, incluidos los que vienen escaqueándose desde hace siglos. Si hay que trabajar más, se trabaja. Si tenemos que vivir por debajo de nuestras posibilidades una temporada, se hace, yo ya tengo costumbre. Si hay que ser solidario, que hay que ser, voy el primero. Pero culpables, no lo somos todos. A los culpables sí que hay que pedirles sus responsabilidades personales, sean políticas o sean penales, sin que se escabullan camuflándose en la muchedumbre y en el pecado colectivo.

Por MIGUEL IZU

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