viernes, 29 de abril de 2011

UNA COLA DEL INEM INVADE TERRITORIO FRANCÉS (ECDFS)

"AHORA ENCIMA SOY INMIGRANTE ILEGAL", SE QUEJA UNO DE LOS PARADOS

El aumento del paro en España empieza a acarrear conflictos diplomáticos. La cola de una oficina del INEM situada en la calle Santa Leonor, en el distrito madrileño de Ciudad Lineal, se ha extendido hasta llegar a la ciudad de Carcassonne, ubicada en territorio francés. Aunque las autoridades han intentado organizar a los parados para que la cola se repliegue sobre sí misma y aproveche mejor el espacio, la cantidad de personas que esperan y su miedo a perder su puesto han hecho imposible lidiar con la situación. “Mi familia ha tenido que venir a Francia en tren para traerme un jersey. Me puse a la cola un día que hacía mucho sol en Madrid y ahora tengo frío y encima ya no sé ni dónde estoy”, confiesa uno de los miembros de la cola. El gobierno francés ya ha advertido a España de que la situación de estas personas es irregular y, pasados unos meses, deberán buscar un trabajo en Francia si desean permanecer en la región. “Nos tocará estar en dos colas al mismo tiempo, ya lo estoy viendo”, se lamentaba otro de los parados.

José Luis Rodríguez Zapatero ha pedido paciencia a los 4.612.700 parados españoles y ha querido elogiar “la generosidad de los ciudadanos que han llegado a Carcassonne y han tenido la bondad de ir pasando queso y souvenirs de la zona a sus compañeros del sector madrileño de la cola”. También ha apuntado que “la experiencia que adquieran en el extranjero seguro que les beneficia a la hora de encontrar un puesto de trabajo”.

Aunque la cola de la oficina de la calle Santa Leonor es la más extensa y aparatosa de las que ha generado el paro en España, el Ministerio de Trabajo ha reconocido que la más preocupante es la de la oficina del INEM de Barbate (Cádiz). “Los parados están ya en el mar y muchos marroquíes esperan ansiosos a que alcancen el Estrecho para meterse también en la cola con la esperanza de entrar en nuestro país y, si puede ser, con un trabajo estable”, explica un portavoz.

Fuente: www.elmundotoday.com

jueves, 28 de abril de 2011

Filosofía 'low cost' contra la crisis

¿Por qué dormir en un hotel de cuatro estrellas y pagar 100 euros por noche, cuando puedes hacerlo a menos de la mitad a cambio de renunciar al desayuno y al servicio de habitaciones? ¿Por qué desembolsar en el gimnasio 40 euros al mes, si puedes pagar la mitad? ¿Para qué coger un taxi al aeropuerto y dejarse un riñón, si compartiendo vehículo puedes obtener tarifas mucho más baratas?
La filosofía 'low cost' no deja de reunir adeptos a un modo de vida básico, práctico y barato, pero sin renunciar a la esencia ni a la calidad del servicio. Un modo de consumo que va mucho más allá de los vuelos de Ryanair, que ha creado un nuevo perfil de consumidor y que para muchos es una forma de hacer frente a la crisis con agilidad e inteligencia.
Una nueva forma de consumo

"Se trata de eliminar las partes superfluas de los servicios", afirma Javier Vello, socio responsable de distribución y consumo de PwC España. La consultora acaba de publicar el estudio "¿Un nuevo consumidor o una nueva forma de consumir?", en el que llegan a unas conclusiones sobre la nuevas tendencias. Según Vello, las empresas que quieren dar servicios de bajo coste optan por la eliminación de elementos que no aportan valor para dar servicio a un público "universal", más allá de jóvenes y personas con rentas bajas, que simplemente está dispuesto a pagar menos.

"Los consumidores gastan ahora de forma más inteligente y son cada vez más críticos: quieren saber qué les ofrecen y en función de eso saben cuánto pagar", señala Vello. Según el experto, las empresas 'low cost' se deshacen de valores como imagen o percepción por los que se suele -o se solía- pagar un alto precio. A cambio te ofrecen el servicio "desnudo" y en su esencia pero manteniendo una calidad razonable. Aunque advierte: "Muchos se han subido al carro del low cost sin serlo", mermadondo la calidad considerablemente y usándolo para atraer a un tipo de público.

Sencillez y practicidad
En el Hostal de la Luna de Sevilla lo tienen claro: su público viene únicamente a dormir y descansar. No ofrecen minibar, ni servicio de habitaciones por las tardes, ni comidas ni desayunos, pero sí un trato personalizado con habitaciones sencillas y un máximo confort. "Mucha gente se va a un hotel de cuatro estrellas y paga por unos servicios que luego nunca usa", afirma Mikel Ibarbia, gerente del negocio, que tiene a los grupos de amigos, familias y ejecutivos como público objetivo.

Aunque no tienen servicio de restauración, ofrecen a los clientes una sala con microondas y cubiertos que ofrecen gratuitamente. "Una persona que se ha gastado 10 euros en llegar a Sevilla en una aerolínea de bajo coste no está dispuesta a gastarse 80 euros por dormir en un hotel", concluye el máximo responsable de uno de los pocos hoteles con esta filosofía en la capital andaluza.

El hotel AHC de Cáceres también se ha unido al carro del bajo coste. "Basamos nuestro negocio en la practicidad y la autonomía del cliente sin renunciar a la calidad", afirma su directora Soledad García Blasco. Su secreto está en la reducción de personal al máximo: no hay servicio de habitaciones, y aunque disponen de una cafetería abierta 24 horas, los artículos se venden por máquinas expendedoras.

En este hotel de 115 habitaciones, que se considera como el primer 'low cost' de Extremadura, sólo cuentan con personal en recepción 24 horas y camareros para el desayuno. Por las mañanas ofrecen con buffet libre sin productos cocinados ni perecederos, y además tiene externalizado el servicio de ropa de cama y lavandería mediante un servicio de 'renting'. Gracias a esto el hotel puede ofrecer habitaciones dobles a 44 euros por noche en pleno centro de la ciudad.


Desde taxis hasta casas y gimnasios
Las empresas de servicios de bajo coste se extienden como la pólvora hacia otros sectores. En la recién estrenada página web lowcosttaxis.com ofrecen servicios de taxi por unos precios muy competitivos. Sólo hay que reservar la plaza como mínimo con 24 horas de antelación y no tener escrúpulos en compartir el vehículo con otros clientes para que el trayecto del aeropuerto al hotel te salga por menos de la mitad que en un taxi convencional. Esta empresa, filial de otro referente del bajo coste británico, lowcostholidays ('vacaciones low cost') está presente en zonas turísticas como Palma, Málaga o Gerona, entre otras.

La nueva cadena de gimnasios El Gym piensa abrir 40 centros en España con unas tarifas muy golosas. Por una cuota de 19,90 euros al mes se podrán usar las maquinas 24 horas y 365 días al año y sin renunciar a clases colectivas o entrenador personal. Hará la competencia a otros servicios del mismo estilo, como Basic Fit y Virgin Active, que ya se han empezado a establecer en nuestro país.

En Oporto, el proyecto LowCostHouses (casas de bajo coste) pretende rehabilitar los edificios del centro y crear oferta de pisos en alquiler a 300 euros al mes. Con ello no sólo se pretende crear un parque de vivienda accesible a los jóvenes y las rentas más bajas, sino también sensibilizar a inversores y propietarios para recuperar el mercado inmobiliario de la ciudad por unos precios más ajustados.

miércoles, 27 de abril de 2011

De “la vivienda ya ha tocado suelo” de Zapatero a “todavía tiene que caer un 40%” del Economist

Ha tocado suelo la vivienda?, ¿es suficiente la caída del 15% de los precios desde los máximos?, ¿están todavía sobrevalorados los inmuebles?, ¿cuánto deben caer todavía los precios?...

Las respuestas a todos estos interrogantes son muchas y muy variadas, aunque en líneas generales el consenso es que los precios todavía no han caído lo suficiente en España y todavía se esperan fuertes ajustes.

Instituciones, expertos y operadores del mercado inmobiliario observan caídas adicionales a los descensos entre el 15% y 20% registrados desde los máximos de 2007.

Opiniones contrarias en el Gobierno
La CNBC planteaba hace meses alguna de estas cuestiones al presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. Su respuesta entonces fue contundente: “El precio de la vivienda ha tocado fodo y no va a bajar más”. Y añadía que "en los dos o tres últimos meses, se ha visto que el nivel (de precios) no sólo no ha caído, sino que en ciertas zonas de España, donde la gente compra su primera vivienda, los precios están subiendo".

Y no le faltaba razón, según la consultora CB Richard Ellis, aunque los precios de los inmuebles seguirán cayendo de manera generalizada en toda España durante este año, no lo harán en los núcleos urbanos de Madrid y Barcelona. La explicación: la falta de oferta en estas zonas, mientras que la patronal de los promotores españoles (APCE) cifra el ajuste desde que estalló la crisis en el 20% y ha repetido en numerosas ocasiones que no se puede ir más allá.

Desde el Ejecutivo, sin embargo, las opiniones han llegado a ser bastante dispares. La titular de Economía, Elena Salgado, aseguraba un mes después de la entrevista a Zapatero, que "no nos corresponde a nosotros decir si el precio de la vivienda debe de seguir bajando", mientras que José Blanco, ministro de Fomento, aseguraba poco después (tras recuperar las competencias del Ministerio de Vivienda), que las entidades financieras tenían que ajustar "mucho más" los precios de los inmuebles para dar salida al 'stock'. "Hay una diferencia muy importante entre los salarios y lo que se paga, por tanto, tiene que haber todavía un ajuste mayor que acerque mucho más salarios y precios", aseguraba.

El sentir general del sector es que la burbuja inmobiliaria española, que estalló ya hacer más de cinco años, todavía no se ha desinflado del todo como en otros países como Estados Unidos o Irlanda. Este año, por lo pronto, se ha registrado un descenso cercano al 5%, según los últimos datos de Fomento, que sitúan los precios en niveles de 2005.

The Economist, el FMI o la ex ministra Trujillo, los más agresivos
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De hecho, para que esto ocurriera, los precios deberían caer incluso otro 40%, según las previsiones más agresivas. Para el diario The Economist, por ejemplo, la vivienda en nuestro país sigue sobrevalorada y lo está, nada menos, que en un 43,7%. Sólo en Australia (56,4%), Hong Kong (53,7%) y Francia (48%), los precios están más inflados, según el índice de precios del semanario británico que compara el importe de venta de los inmuebles y el precio de los alquileres. El porcentaje, a pesar de ser bastante llamativo contrasta con el 55% del año pasado.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) también maneja estimaciones similares a las de la publicación británica. En su último informe sobre la economía mundial y en su apartado dedicado a nuestro país, aseguraba que la española es una de las mayores burbujas inmobiliarias del mundo y que a pesar de que los precios hayan bajado entre un 10% y un 20% hasta ahora, todavía cuentan con margen para caídas adicionales. El organismo cifra estos descensos en el 40% desde los niveles actuales.

Por su parte, el Financial Times también cifra en otro 40% adicional la caída que deben experimentar los precios. En su opinión, la pérdida de valor de los inmuebles y la subida de los tipos de interés en la eurozona, perjudicarán especialmente a España, ya que favorecerán un incremento de la morosidad y de las ejecuciones, lo que tendrá un impacto directo en el sistema financiero.

Más agresiva se ha mostrado, sin embargo, la que fuera ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo, que aseguraba recientemente en una entrevista a idealista.com que desde que se tocaron máximos a finales de 2006, el precio de la vivienda apenas ha bajado y cifraba la caída en el 50% desde esos máximos. "Todavía tienen recorrido a la baja. De lo contrario no se va a vender nada en este país y como no hay posibilidades de generar empleo por otros negocios, o se ajusta por las buenas o lo hace por las malas", ha asegurado al portal inmobiliario.

Los más moderados
Algo más moderadas, aunque también significativas son las valoraciones, por ejemplo, de la Comisión Europea, que alertaba en octubre de 2010 de que "España es uno de los países de la Unión Europea donde, tres años después del estallido de la crisis financiera y económica, el precio de la vivienda sigue más sobrevalorado un 17% frente al 3% de media en la eurozona". Apuntaba a que la burbuja inmobiliaria persiste en España "pese a haber experimentado la segunda mayor caída del precio de la vivienda en la eurozona (-18%) desde el máximo que se alcanzó 2007. Sólo le supera Irlanda, donde el precio se ha desplomado un 37%, mientras que la bajada media en la eurozona se sitúa en el 8,3%".

Por su parte, R.R. de Acuña y Asociados apuntaban en su último informe que los precios de la vivienda descenderán un 20% de media sobre los del primer semestre de 2010, situándose a niveles de 2003 y 2004, y que lo harán de forma escalonada hasta 2015. La caída en las áreas metropolitanas se situarán en torno al 15%, mientras que en las áreas no metropolitanas los descensos pueden alcanzar hasta un 30%.

"Esta caída podrá ser mayor o menor dependiendo de cómo se desarrolle la situación económica dada la incidencia que los empleos y los salarios tienen en la demanda", explicaba hace unos meses su presidente Fernando Rodríguez.

Fitch aseguraba a principios de año que la crisis del 'ladrillo' en España se prolongará aún durante 2011, cuando los precios de la vivienda podrían registrar caídas de entre el 10% y el 15% y justificaba sus pronósticos basándose en el impacto sobre los precios del exceso de 'stock' y el creciente número de viviendas procedentes de embargos puestas a la venta por los bancos. La agencia apuntaba también como posibles detonantes de la caída de precios el efecto del elevado desempleo y las previsiones de una débil recuperación económica, así como las medidas de austeridad adoptadas por el Gobierno y la falta de confianza.

Morgan Stanley también señalaba en un informe que los precios todavía pueden caer un 10% este año, aunque señalaba que la burbuja en la construcción ya se ha corregido. En su informe, el banco de inversión apuntaba, una vez más a que el ajuste de precios ha sido menor en comparación con otros mercados europeos donde la vivienda también ha subido con fuerza en los últimos años.

También desde el Banco de España se apuntan hacia nuevos descensos, aunque no se concreta cuál será la caída. El organismo que preside Miguel ángel Fernández Ordóñez aseguraba en su último Boletín económico que el precio de la vivienda seguirá cayendo, "en línea con el patrón de la crisis inmobiliaria de la década de los setenta".

Precisamente los expertos creen que los precios seguirán cayendo durante este ejercicio por las presiones del Banco de España para que los bancos se deshagan de los inmuebles que acumulan en sus balances. Tanto el Banco de España como el Ejecutivo llevan meses lanzando mensajes para que se reduzcan aún más los precios de los inmuebles para poder dar salida al ‘stock’ de vivienda que hay sin vender.

Por otra parte, el último sondeo realizado por Reuters En el que han participado trece compañías entre las que se encuentran idealista.com, Aguirre Newman, Caja Madrid y BBVA, entre otras, señala que los precios acabarán cayendo en términos nominales (sin tener en cuenta la inflación) un 29% desde máximos, un 9% desde los niveles actuales. Para este año se espera un descenso del 5%, del 3% en 2012 y del 1,2% en 2013. Ninguno de los encuestados espera una estabilidad de precios en los próximos seis meses.

También los índices privados de vivienda -IESE/Fotocasa, Tinsa y Cotizalia/Idealista (Inmo50)-, adelantan más caídas de precios, según Barclays. La variación comparativa interanual en los índices de precios de la vivienda española desde 2006 muestra que los resultados ofrecidos por los tres índices privados del sector van por delante de los datos presentados por el Ministerio de Vivienda y el Instituto Nacional de Estadística (INE), de carácter público.

Las asociaciones de consumidores desaconsejan comprar
También se han pronunciado sobre la evolución de los precios las asociaciones de consumidores.
Para Facua, por ejemplo, la bajada del 2,5% del precio de la vivienda libre en relación al cierre de 2010 aún es "ridícula" y realiza un llamamiento a los consumidores a no comprar más viviendas o, en todo caso, a negociar al máximo los precios para propiciar un descenso "mucho más radical" que, a su juicio, el sector se resiste a aplicar en favor de sus márgenes de beneficio.
Por su parte, para la OCU, "el precio de la vivienda no ha bajado lo suficiente como para encontrarse con la demanda y no lo hará hasta que las entidades financieras no adapten la valoración de su patrimonio inmobiliario a la realidad actual. Muchos vendedores particulares se guían por la tónica marcada por los bancos y no rebajan los precios. Ello provoca que muchos consumidores se abstengan de comprar, alargando innecesariamente la paralización que sufre el sector de la construcción", aseguraba ayer la OCU.
Por último, para el jefe de Estudios de idealista.com, Fernando Encinar, al igual que para otros expertos, la subida de los tipos de interés provocará descensos adicionales en los precios ya que puede "despertar del letargo a miles de vendedores" y llevarles a "ajustar precios", con la consecuente aceleración de las operaciones de compraventa a partir del verano. Según Encinar, los vendedores llegarán a "romper las franjas rojas" de precios y a aplicar esos descensos que hasta ahora no habían querido asumir.

*Desde 2007, el OCE viene calculando la magnitud de la burbuja de precios de la vivienda en España. En aquella primera edición de este informe, ya se avanzó que los precios de la vivienda estaban sobrevalorados en un 40%, tomando como referencia la relación entre los precios de venta y los de alquiler, una magnitud que los autores han denominado PER de la Vivienda (en el lenguaje bursátil se denomina PER al número de veces que el beneficio neto de una empresa se encuentra incluido en el precio de sus acciones). En enero de 2011, aplicando esta misma metodología, el OCE acaba de actualizar dichos datos.

Fuente:www.cotizalia.com
Gráfico: www.casacochecurro.com

martes, 26 de abril de 2011

La privatización del planeta: ¿un mundo demasiado grande para caer?

Conferencia de Noam Chomsky

El levantamiento democrático en el mundo árabe ha sido un espectacular ejercicio de coraje, dedicación y compromiso de las fuerzas populares que ha venido fortuitamente a coincidir con una notable rebelión de decenas de millares de personas a favor del pueblo trabajador y de la democracia en Madison, Wisconsin, y otras ciudades norteamericanas. Hay que decir, empero, que si las trayectorias de las revueltas en El Cairo y en Madison llegaron a intersectar, estaban aproadas en sentido opuesto: mientras en El Cairo se encaminaban a la conquista de derechos elementales negados por la dictadura, en Madison apuntaban a la defensa de derechos que habían sido conquistados con largas y duras luchas y que ahora están sometidos a un desapoderado asalto.

Uno y otro caso son un microcosmos de tendencias presentes en la sociedad global que siguen una variedad de cursos. La cosa no ofrece duda: tendrán consecuencias de largo alcance. Tanto lo que ahora mismo está aconteciendo en el decadente corazón industrial del país más rico y poderoso de la historia humana, como lo que está pasando en lo que el presidente Dwight Eisenhower llamó "el área estratégicamente más importante del mundo" ("una estupenda fuente de poder estratégico" y "probablemente el mayor premio económico del mundo en el campo de la inversión extranjera", en palabras del Departamento de Estado de los años 40, un premio que los EEUU trataron de reservarse en exclusiva, para sí propios y para sus aliados, en el incipiente Nuevo Orden Mundial de la época).

A despecho de todos los cambios habidos desde entonces, se puede razonabilísimamente suponer que los actuales decisores políticos mantienen básicamente su adhesión al juicio del influyente asesor del presidente Franklin Delano Roosevelt, A.A. Berle, según el cual ese control de las incomparables reservas energéticas del Oriente Próximo traería consigo "un control substancial del mundo". Y análogamente y por contraste, que la pérdida de ese control amenazaría el proyecto de dominación global claramente articulado durante la II Guerra Mundial y persistentemente mantenido aun frente a los decisivos cambios experimentados por el mundo desde entonces.

Desde que rompió la Guerra en 1939, Washington anticipó que ésta terminaría con los EEUU en una posición de supremacía. Funcionarios de alto nivel del Departamento de Estado y especialistas en política exterior se reunieron repetidamente durante la Guerra a fin de diseñar planes para el mundo de postguerra. Perfilaron una "Gran Área" que los EEUU tenían que dominar, y que incluía el Hemisferio Occidental, el Extremo Oriente y el antiguo Imperio Británico, con sus recursos energéticos del Oriente Próximo. Cuando Rusia comenzó a demoler los ejércitos nazis luego de la batalla de Stalingrado, los objetivos de la Gran Área comenzaron a extenderse hasta abarcar la mayor zona posible de Eurasia, y al menos su núcleo económico en Europa Occidental. Dentro de la Gran Área, los EEUU mantendrían un "poder indiscutible", con "supremacía militar y económica", al tiempo que se asegurarían de "limitar el ejercicio de la soberanía" de los estados capaces de interferir en los propósitos globales estadounidenses. Los circunstanciados planes del tiempo de guerra no tardaron en ponerse por obra.
Siempre se reconoció que Europa podría optar por un curso independiente. La OTAN se concibió en parte para contrarrestar la amenaza de esa independencia. No bien se disolvió en 1989 el pretexto oficial que había dado lugar a la OTAN, la OTAN se expandió hacia el este, en flagrante violación de las promesas verbales hechas al dirigente soviético Mijail Gorbachov. Desde entonces, se ha convertido en una fuerza de intervención manejada por los EEUU. El amplísimo radio de acción que se arroga lo expresó bien el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, al informar en una conferencia de la organización que "las tropas de la OTAN tienen que vigilar los oleoductos que transportan petróleo y gas en dirección a Occidente", y más en general, proteger las rutas navales utilizadas por los cargueros y otras "infraestructuras cruciales" del sistema energético.
Las doctrinas de la Gran Área dan manifiesta licencia para la intervención militar arbitraria. Eso quedó patentemente sentado bajo la administración Clinton, que proclamó el derecho de los EEUU a servirse de la fuerza militar para garantizar el "acceso irrestricto a mercados clave, suministros energéticos y recursos estratégicos", y urgió a mantener "desplegadas hacia Europa y Asia enormes fuerzas militares, "a fin de modelar las opiniones de la gente sobre nosotros" y de "modelar los acontecimientos que afecten a las probabilidades de nuestra seguridad".
Idénticos principios rigieron la invasión de Irak. A medida que se ha ido haciendo evidente la incapacidad de los EEUU para imponer su voluntad en Irak, los objetivos reales de la invasión no pueden seguir camuflándose tras una retórica encandilante. En noviembre de 2007, la Casa Blanca emitió una Declaración de Principios exigiendo que las fuerzas estadounidenses se mantuvieran indefinidamente en Irak y ligando la suerte de ese país al privilegio de inversores norteamericanos. Dos meses después, el presidente Bush informaba al Congreso de que vetaría la legislación que pudiera poner límites al permanente estacionamiento de las Fuerzas Armadas estadounidenses en Irak o "al control, por parte de los EEUU, de los recursos petrolíferos de Irak": unas exigencias que los EEUU tuvieron que abandonar, a la vista de la resistencia iraquí.

En Túnez y Egipto, los recientes levantamientos populares han ganado imponentes batallas, pero, como informaba el Carnegie Endowment, aunque los nombres han cambiado, los regímenes permanecen: "Un cambio en las élites dominantes y en el sistema de dominación es todavía una meta lejana". El informe analiza los obstáculos internos atravesados en el camino de la democracia, pero ignora los exteriores, que, como siempre, son significativos.

Los EEUU y sus aliados occidentales están resueltos a hacer todo lo que puedan para prevenir una auténtica democracia en el mundo árabe. Para entender por qué, basta echar una ojeada a las encuestas de opinión realizadas en el mundo árabe por las agencias norteamericanas de sondeos. Aunque se ha hecho poca publicad de sus resultados, no por eso dejan de ser conocidos por los planificadores estadounidenses. Revelan que mayorías abrumadoras de árabes ven a los EEUU y a Israel como las mayores amenazas a que se enfrentan: así ven a los EEUU el 90% de los egipcios, y en el conjunto de la región, un 75% de los encuestados. Algunos árabes ven como amenaza a Irán: un 10%. La oposición a la política de los EEUU es tan fuerte, que una mayoría cree que la seguridad mejoraría si Irán dispusiera de armamento nuclear (eso cree, por ejemplo, el 80% de los egipcios). Otros cuadros de opinión arrojan resultados semejantes. Si la opinión pública pudiera influir en las decisiones, los EEUU no sólo no podrían controlar la región, sino que serían expulsados de ella junto con todos sus aliados, lo que socavaría los principios fundamentales de la dominación global.

La mano invisible del poder
El apoyo a la democracia es la provincia de los ideólogos y los propagandistas del sistema. En el mundo real, el asco que por la democracia siente la elite es la norma. Son abrumadoras las pruebas de que la democracia sólo es apoyada mientras pueda contribuir a objetivos sociales y económicos, una conclusión a la que reluctantemente llegan los académicos más serios.

El desprecio de la elite por la democracia se reveló espectacularmente en la reacción a las filtraciones de WikiLeaks. Las que mayor atención recibieron, con comentarios rayanos en la euforia, fueron los cables en los que se informaba del apoyo de los árabes a la posición de los EEUU frente a Irán. La referencia, claro, era a los dictadores árabes. Las actitudes de la opinión pública ni siquiera recibían mención. El principio rector fue claramente sentado por el especialista del Carnegie Endowment para Oriente Próximo, Marwan Muasher, un ex alto funcionario del estado jordano: "Nada va mal, todo está bajo control". En suma: si los dictadores nos apoyan, ¿qué tendría que preocuparnos?.

La doctrina Muasher es racional y venerable. Para reducirnos a un solo caso hoy particularmente pertinente, en un debate interno habido en 1958 el presidente Eisenhower manifestó su preocupación por la "campaña de odio" contra nosotros librada en el mundo árabe, no por los gobiernos, sino por las poblaciones. El Consejo Nacional de Seguridad (NSC, por sus siglas en inglés) explicó que en el mundo árabe se tenía la percepción de que los EEUU apoyaban a los dictadores árabes y bloqueaban la democracia y el desarrollo para asegurarse el control de los recursos de la región. Por lo demás, esa percepción es básicamente correcta, concluía el NSC, y eso es lo que tenemos que hacer, secundar la doctrina Muasher. Estudios realizados por el Pentágono luego del 11 de septiembre confirmaron que lo mismo vale para hoy.

Es normal que los vencedores arrojen la historia al basurero, mientras las víctimas se la toman muy en serio. Unas breves observaciones sobre este importante asunto acaso resulten aquí de utilidad. No es la primera vez que Egipto y los EEUU se enfrentan a problemas similares y se mueven en direcciones opuestas. Ya ocurrió también a comienzos del siglo XIX.

Los historiadores económicos suelen sostener que Egipto estaba bien situado para emprender un rápido crecimiento económico al mismo tiempo que los EEUU. Ambos países disponían de una rica agricultura, incluido el algodón, combustible de la primera revolución industrial: pero, a diferencia de Egipto, los EEUU tenían que desarrollar la producción de algodón y una fuerza de trabajo mediante la conquista, el exterminio y la esclavitud, con consecuencias que resultan evidentes todavía hoy en las reservas para supervivientes y en las cárceles que han proliferado rápidamente desde los tiempos de Reagan para albergar a la población que la desindustrialización neoliberal hizo sobrera.

Una diferencia fundamental fue que los EEUU lograron su independencia, lo que les dio libertad para ignorar las prescripciones de la teoría económica, impartidas en la época por Adam Smith en unos términos parecidos a los que ahora se predican para las sociedades en vías de desarrollo. Smith urgió a las colonias emancipadas a producir materias primas para la exportación e importar, en cambio, superiores manufacturas británicas, y desde luego, a no tratar de monopolizar bienes cruciales, singularmente el algodón. Cualquier otra senda, advirtió Smith, "lejos de acelerar, retrasaría el ulterior incremento del valor de su producción anual, y lejos de promover, obstruiría el progreso de su país hacia una riqueza y una grandeza reales".

Lograda su independencia, las colonias fueron libres para ignorar este consejo y emprender, en cambio, el curso seguido por Inglaterra, el curso, esto es, de un estado independiente capaz de promover públicamente su propio desarrollo con elevadas tarifas arancelarias pensadas para proteger a su industria de las exportaciones británicas –por lo pronto, los textiles; luego, el acero y otros productos— y para poner por obra muchos otros mecanismos aceleradores del desarrollo industrial. La República independiente buscó hacerse también con el monopolio del algodón, a fin de "poner a todas las demás naciones a nuestros pies", señaladamente al enemigo británico, como no se privaron de declarar los presidentes jacksonianos al conquistar Texas y la mitad de México.

En el posible camino análogo de Egipto se atravesó la potencia británica. Lord Palmerston declaró que "ninguna idea de equidad puede ser obstáculo en el discurrir de intereses tan grandes y supremos" como los británicos en su afán de preservar su hegemonía económica y política. Lo declaró expresando, de pasada, su "odio" hacia el "bárbaro ignorante" de Muhammed Ali, que se había avilantado a proponer un curso independiente, y desplegando la flota y el poder financiero británicos para poner fin a la lucha de Egipto por la independencia y el desarrollo económico.

Luego de la II Guerra Mundial, cuando los EEUU desplazaron a Gran Bretaña de la hegemonía global, Washington adoptó la misma posición, dejando claro que los EEUU no proporcionarían la menor ayuda a Egipto, a menos que acatara las normas usaderas para los débiles, normas, dicho sea de paso, que los EEUU siguieron violando, imponiendo elevados aranceles al algodón egipcio y causando una debilitadora escasez de dólares. La interpretación habitual de los principios del mercado.

Difícilmente sorprenderá, pues, que la "campaña de odio" contra los EEUU que preocupaba a Eisenhower se base en la percepción de que los EEUU apoyan a dictadores y bloquean la democracia y el desarrollo, como hacen también sus aliados.

Ha de añadirse en defensa de Adam Smith que sí se percató claramente de lo que ocurriría si Gran Bretaña seguía las reglas de la teoría económica al uso, que ahora llamamos "neoliberalismo". Alertó de que si las industriales, los comerciantes y los inversores británicos se abrían al mundo, podrían sacar beneficios, pero Inglaterra sufriría. Pero sintió que se dejarían guiar por un sesgo nacional, como si por una mano invisible a Inglaterra no le estuvieran reservados los desquites de la racionalidad económica.

El paso es difícil de olvidar. Es la única vez en que aparece la célebre frase de la "mano invisible" en toda la Riqueza de las naciones. El otro fundador de la economía clásica, David Ricardo, sacó parecidas conclusiones, en la esperanza de que el sesgo nacional llevaría a los hombres de propiedad a "contentarse con las baja tasas de beneficio en su propio país, antes que a buscar un empleo más ventajoso de su riqueza en las naciones extranjeras"; sentimientos., éstos, que, añadía, "lamentaría ver debilitados". Predicciones aparte, los instintos de los economistas clásicos rebosaban de buen sentido.


Las "amenazas" iraní y china

El levantamiento por la democracia en el mundo árabe se compara a veces con el registrado en la Europa del este en 1989, pero con razones harto dudosas. En 1989, el levantamiento democrático fue tolerado por los rusos, y apoyado por las potencias occidentales conforme la doctrina asadera: se acomodaba patentemente a los objetivos económicos y estratégicos, lo que hizo de él un logro nobilísimo, honrado por doquiera, a diferencia de las luchas que paralelamente se desarrollaban en América Central por la "defensa de los derechos fundamentales del pueblo", en palabras del Arzobispo de El Salvador, uno de los centenares de miles de víctimas de las fuerzas militares armadas y entrenadas en Washington. No había ningún Gorbachov en Occidente durante esos horrendos años, y sigue sin haberlo. Y las potencias occidentales siguen siendo hostiles a la democracia en el mundo árabe por muy buenas razones.

Las doctrinas de la Gran Área siguen aplicándose a las crisis y a las confrontaciones de nuestros días. En los círculos occidentales de toma de decisiones políticas, lo mismo que entre los comentaristas políticos, se considera que, por lo mismo que la amenaza iraní representaría el mayor peligro para el orden mundial, la política exterior de los EEUU debería centrarse primordialmente allí, dejando a la política exterior europea el papel de las educadas negociaciones diplomáticas.

Ahora bien; ¿en qué consiste exactamente la amenaza iraní? El Pentágono y los servicios de inteligencia estadounidenses nos proporcionan una autorizada respuesta. En sus informes del año pasado sobre la seguridad global, dejaron claro que la amenaza no es de naturaleza militar. El gasto militar iraní es "relativamente bajo en comparación con el resto de la región", concluían. Su doctrina militar es estrictamente "defensiva, concebida para frenar una posible invasión y forzar a una solución diplomática de las hostilidades". Irán sólo tiene "una capacidad limitada de proyectar su fuerza más allá de sus fronteras". Respecto de la opción nuclear, "el programa nuclear de Irán, y su disposición a mantener abierta la posibilidad de desarrollar armamento nuclear, es una parte central de su estrategia de disuasión". Hasta aquí las citas.

El brutal régimen clerical iraní, la cosa no ofrece duda, representa una amenaza para su propio pueblo, pero difícilmente puede decirse que sobrepasa en esta materia a los aliados de los EEUU. Mas la amenaza radica en otra parte, y es, en efecto, amplia. Un elemento de ella es la capacidad potencial iraní para la disuasión, un ilegítimo ejercicio de soberanía que podría interferir en la libertad de acción de los EEUU en la región. Resulta manifiestamente obvio porqué Irán busca construir una capacidad disuasoria: para explicarlo, basta echar un vistazo a la distribución de bases militares y fuerzas nucleares en la región.

Hace siete años, el historiador militar israelí Martin van Creveld escribió que "el mundo ha sido testigo de cómo los EEUU han atacado a Irak, según ha terminado por verse, sin la menor razón para ello. Si los iraníes no trataran de construir armamento nuclear, estarían locos de remate", sobre todo hallándose, como se hallan, bajo constante amenaza de ataque en violación de la Carta de NNUU. Que terminen construyéndolo o no, es una cuestión sin responder, pero quizá sí.

Ello es que la amenaza iraní va más allá de la capacidad disuasoria. También busca expandir su influencia en los países vecinos, subrayan el Pentágono y los servicios estadounidenses de inteligencia, y así, "desestabilizar" la región, como se dice en la jerga técnica del discurso de la política exterior: la invasión y ocupación militar norteamericanas de los vecinos de Irán es "estabilización"; los esfuerzos de Irán por extender hacia ellos su influencia, algo de todo punto ilegítimo.

Esos usos lingüísticos se han hecho rutinarios. Así, el prominente experto en política exterior James Chace usaba propiamente el término "estabilidad" en su sentido técnico, cuando explicaba que, para lograr "estabilidad" en Chile, era necesario "desestabilizar" el país derrocando al gobierno electo de Salvador Allende e instalando la dictadura del general Augusto Pinochet. Hay otras preocupaciones suscitadas por Irán dignas de ser exploradas, pero tal vez baste lo dicho para ilustrar los principios rectores y el estatus de que gozan en la cultura imperial. Como subrayaron en su día los planificadores de Franklin Delano Roosevelt en el alba del sistema mundial contemporáneo, los EEUU no pueden tolerar "ningún ejercicio de la soberanía" que interfiera en sus propósitos globales.

Los EEUU y Europa van a la una en punto a castigar a Irán por su amenaza a la estabilidad, pero resulta útil recordar lo aislados que están. Los países no alineados han apoyado vigorosamente el derecho de Irán a enriquecer el uranio. En la región, la opinión pública árabe es todavía más favorable al desarrollo de armas nucleares por Irán. La mayor potencia regional, Turquía, votó contra las últimas sanciones propiciadas por EEUU en el Consejo de Seguridad, y lo hizo junto a Brasil, el país más admirado en el Sur. Su desobediencia fue drásticamente censurada, y no por vez primera: Turquía fue ya agriamente condenada en 2003, cuando su gobierno secundó la voluntad del 95% de su población y se negó a participar en la invasión de Irak, demostrando así su débil noción de "democracia" el estilo occidental.

Luego de su fechoría en el Consejo de Seguridad el año pasado, Turquía fue amonestada por el jefe de la diplomacia de Obama en los asuntos europeos, Philip Gordon: tenía que "demostrar su compromiso como socio de Occidente". Un académico que trabaja para el Consejo de Relaciones Exteriores se preguntaba: "¿Cómo mantener a los turcos en el sendero que les toca?". Pues obedeciendo órdenes, como buenos demócratas. El Brasil de Lula fue amonestado en un editorial del New York Times: sus esfuerzos conjuntos con Turquía para abrir una solución el problema del uranio enriquecido fuera del marco establecido por la potencia estadounidense era una "tacha en el legado del dirigente brasileño". En una palabra: haced lo que os decimos, a ver si no.

Una interesante luz lateral, finalmente apagada, la ofrece el hecho de que la negociación Irán-Turquía-Brasil gozó de la previa aprobación de Obama, presumiblemente en la idea de que fracasaría, suministrando, así, una nueva arma contra Irán. Cuando culminó con éxito, la aprobación trocó en censura, y Washington se aprestó a imponer a trancas y barrancas una resolución del Consejo de Seguridad que al final resultó tan débil, que hasta China la suscribió: ahora se la castiga por atenerse a la letra de esa resolución, en vez de secundar las directrices unilaterales de Washington.

Aunque los EEUU pueden tolerar la desobediencia turca, aun si con desaliento, China resulta harto más difícil de ignorar. La prensa alerta de que "los inversores y los comerciantes chinos están llenando ahora un vacío en Irán, en la medida en que las empresas de muchas otras naciones, señaladamente europeas, se van: preocupa especialmente la expansión de su papel dominante en las industrias energéticas iraníes. Washington está reaccionando con un punto de desesperación. El Departamento de Estado advirtió a China de que si desea ser aceptada en la comunidad internacional –un término técnico para referirse a los EEUU a quien quiera que esté de acuerdo con ellos—, no puede "mantenerse al margen y evadirse de las responsabilidades internacionales, [que] están bien claras", y es a saber: secundar las órdenes de los EEUU. Es muy poco probable que eso causara la menor impresión en China.

Hay mucha preocupación también con la creciente amenaza militar china. Un estudio reciente del Pentágono alertaba de que el presupuesto militar chino se acerca a "un quinto del gasto del Pentágono en operaciones bélicas en Irak y Afganistán", a su vez una fracción del presupuesto militar estadounidense, huelga decirlo. La expansión de las fuerzas militares chinas podría "cegar la capacidad de los barcos de guerra norteamericanos para operar en aguas internacionales fuera de sus costas", añadía el New York Times.

Fuera de las costas de China, claro está; nadie ha propuesto todavía que los EEUU eliminen las fuerzas militares que cierran el Caribe a los barcos de guerra chinos. La incapacidad china para entender las reglas de la civilidad internacional queda ulteriormente ilustrada con sus objeciones a los planes para que el portaviones nuclear George Washington se sume a los ejercicios navales desarrollados a unas pocas millas de la costa china, supuestamente con capacidad para bombardear Beijing.

En cambio, Occidente comprende cabalmente que esas operaciones estadounidenses se emprende, todas, para defender la estabilidad y su propia seguridad. El periódico liberal de izquierda New Republic expresa su preocupación por que "China envía diez barcos de guerra a aguas internacionales, justo ante la isla japonesa de Okinawa". Es una provocación, a diferencia del hecho, que ni se molesta en mencionar, de que Washington haya convertido la isla en una gran base militar, desafiando las vehementes protestas de la población de Okinawa: eso no es una provocación, conforme al usual principio de que nosotros somos los propietarios del mundo.

Dejando de lado la arraigadísima doctrina imperial, hay buenas razones para que los vecinos de China se preocupen por el creciente poder militar y comercial de ésta. Y aunque la opinión pública árabe apoya un posible programa iraní de armas nucleares, nosotros, desde luego, no deberíamos hacerlo. La bibliografía especializada en política internacional está llena de propuestas para evitar esa amenaza. Una muy obvia rara vez merece discusión: trabajar a favor del establecimiento de una Zona Libre de Armas Nucleares (ZLAN) en la región. La propuesta, una vez más, nació en la conferencia del Tratado de No Proliferación (TNP) celebrada en el cuartel general de las Naciones Unidas el pasado mes de mayo. Egipto, en su calidad de presidente de las 118 naciones que componen el Movimiento de No Alineados, hizo un llamamiento para comenzar negociaciones para una ZLAN en Oriente Próximo, como había sido acordado, también por Occidente –incluidos los EEUU—, en la conferencia del TNP de 1995.

El apoyo internacional a esta propuesta es tan abrumador, que Obama no tuvo otro remedio que sumarse formalmente a ella. Buena idea, dijo Washington en la conferencia; pero no ahora. Los EEUU dejaron claro, además, que Israel debería quedar al margen de eso: no son admisibles propuestas que pretendan poner el programa nuclear israelí bajo los auspicios de la Agencia Internacional de Energía Atómica o que exijan información sobre "las instalaciones y las actividades nucleares de Israel".

Baste eso para hacerse una idea del método con que se aborda el problema de la amenaza nuclear iraní.


La privatización del planeta

Aunque la doctrina de la Gran Área sigue vigente, la capacidad para ponerla por obra ha disminuido visiblemente. La cima del poder estadounidense se dio luego de la II Guerra Mundial, cuando disponía literalmente de la mitad de la riqueza del mundo. Pero, como es natural, fue declinando, a medida que otras economías industriales fueron recuperándose de la devastación bélica y la descolonización echó tortuosamente andar. A comienzos de los 70, la participación de los EEUU en la riqueza mundial había disminuido hasta el 25%, y el mundo industrial se había hecho tripolar: Norteamérica, Europa y el Este asiático (entonces con base en Japón).

Hubo también en los 70 un cambio drástico en la economía estadounidense, que derivó hacia la financiarización y la exportación de la producción. Varios factores convergieron para crear un círculo vicioso de radical concentración de la riqueza, primordialmente en la fracción del 1% de la población en la cúspide: básicamente, altos ejecutivos, gestores de fondos e inversión libre y gentes por el estilo. Eso trajo consigo la concentración del poder político, lo que a su vez trajo consigo políticas públicas favorables al incremento de la concentración económica; políticas fiscales, normas de gobernanza empresarial, desregulación, etc., etc. Entretanto, los costes de las campañas electorales se dispararon, empujando a los partidos políticos hacia los bolsillos del capital concentrado, crecientemente financiero: los Republicanos, a conciencia; los Demócratas –que ahora son lo que antes solíamos llamar Republicanos moderados—, a la zaga.

Las elecciones se han convertido en una farsa grotesca manejada por la industria de las relaciones públicas. Tras su victoria de 2008, Obama ganó un premio concedido por esta industria a la mejor campaña de marketing del año. Los ejecutivos del sector estaban eufóricos. Explicaban en la prensa del mundo de los negocios que desde la época de Regan habían venido haciendo publicidad de los candidatos como si de una mercancía cualquiera se tratara, pero que la campaña de 2008 fue su gran logro y que esa campaña cambiaría el estilo publicitario de las direcciones de las grandes empresas. Se espera que las elecciones de 2012 costarán 2 mil millones de dólares, básicamente aportados por la gran empresa privada. No puede, pues, sorprender a nadie que Obama esté eligiendo a dirigentes del mundo de los negocios para ocupar altos cargos. La opinión pública está enojada y frustrada, pero en tanto rijan los principios de Muasher, eso carece de importancia.

Mientras la riqueza y el poder han ido concentrándose en una estrecha franja, los ingresos reales del grueso de la población se han estancado y la gente está cada vez más cargada de horas de trabajo, de deudas y de inflación de activos regularmente destruidos por la crisis financiera que empezó a amagar desde que el aparato regulatorio comenzó a ser desmantelado a partir de los años 80.

Nada de eso resulta problemático para los muy ricos, que se benefician de una póliza pública de seguros llamada "demasiado grande para caer". Los bancos y las empresas de inversión pueden hacer transacciones arriesgadas, con grandes rendimientos, que cuando el sistema inevitablemente se desploma siempre pueden acudir al papá estado para que el contribuyente los rescate, eso sí, bien asiditos a sus ejemplares de los libros de Friedrich Hayek y Milton Friedman.

Tal ha sido el proceso más común desde los años de Reagan, siendo cada nueva crisis más extrema que la anterior (para el grueso de la población, claro está). Ahora mismo, el desempleo real se halla a niveles de la Gran Depresión para buena parte de la población, mientras que Godman Sachs, uno de los principales arquitectos de la presente crisis, es más rico que nunca. Acaba de anunciar, impertérrito, la cifra de 17,5 mil millones de dólares en concepto de remuneraciones para sus ejecutivos en el pasado año, y el presidente de su consejo de administración, Lloyd Blankfein, sólo en concepto de bonos, recibirá 12,6 millones de dólares, mientras su salario base se triplicará.

No se adelanta nada centrándose en este tipo de hechos. Consiguientemente, la propaganda tiene que buscar otros culpables: estos últimos meses, a los trabajadores del sector público, a sus salariazos, a sus exorbitantes pensiones de jubilación, y así por el estilo. Todos tenemos que apretarnos el cinturón; bueno, casi todos.

Los maestros y profesores constituyen un blanco particularmente adecuado, como parte del deliberado empeño en destruir el sistema público de educación, desde las guarderías de infancia hasta las universidades, por la vía de la privatización: una vez más, una política buena para los ricos, pero desastrosa para la población, así como para la salud a largo plazo de la economía. Pero eso es otra de las externalidades que hay que dejar de lado, mientras prevalezcan los principios del mercado.

Otro blanco estupendo: los inmigrantes. Eso ha sido así a lo largo de la historia de los EEUU, más aún en tiempos de crisis económica, pero ahora exacerbado por un sentido de que nuestro país nos está siendo arrebatado: la población blanca pronto será una minoría. Se puede entender el miedo de individuos que se sienten agraviados, pero la crueldad de las políticas migratorias resulta estupefaciente.

¿Qué inmigrantes se convierten en blanco de esos ataques?
En el este de Massachusetts, que es donde yo vivo, muchos son mayas que lograron escapar al genocidio perpetrado en los altos guatemaltecos por los asesinos preferidos de Reagan. Otros son mexicanos, víctimas del acuerdo NAFTA de libre comercio propiciado por Clinton, uno de esos raros acuerdos entre gobiernos que consiguen perjudicar a los pueblos de todos los países participantes (tres, en este caso: EEUU, México y Canadá). Cuando el NAFTA fue aprobado en el Congreso contra las objeciones populares en 1994 fue cuando Clinton inició también la militarización de la fontera entre México y los EEUU, antes razonablemente abierta. Sabiendo que los campesinos mexicanos no podrían competir con el agronegocio públicamente subsidiado en los EEUU y que las empresas mexicanas no sobrevivirían a la competencia de las internacionales estadounidenses. Internacionales a las que debe considerarse como "nacionales", conforme al falso planteamiento de los acuerdos de libre comercio: un privilegio, dicho sea de paso, sólo acordado a las personas jurídicas que son las empresas, no a las personas de carne y hueso. Como cabía esperar, esas medidas trajeron consigo una corriente de refugiados caídos en la desesperación, y a la consiguiente histeria anti-inmigratoria entre las víctimas internas de esas mismas políticas del estado y de las grandes empresas privadas.


Algo muy parecido está ocurriendo en Europa, en donde el racismo es probablemente más virulento que en los EEUU. Uno no puede por menos que observar con estupor cuando Italia se queja del flujo de inmigrantes procedentes de Libia, aquel escenario del primer genocidio posterior a la I Guerra Mundial –acontecido en el ahora liberado este del país— a manos del gobierno fascista de Italia. O cuando Francia, todavía hoy la principal protectora de las brutales dictaduras que gobiernan sus antiguas colonias, se las arregla para pasar por alto las odiosas atrocidades sometidas por ella en África, mientras el presidente francés Nicolas Sarkozy alerta, sombrío, sobre la "ola de inmigrantes" y Marine Le Pen le objeta que no hace nada por prevenirla. No necesitaré mencionar a Bélgica, que se llevaría la palma en lo que Adam Smith llamó "la salvaje injusticia de los europeos".

El ascenso de los partidos neofascistas en buena parte de Europ
a resultaría ya un fenómeno suficientemente aterrador, aun sin necesidad de recordar lo que ocu
rrió en el continente en un pasado reciente. Imaginad la reacción, si los judíos fueran expulsados de Francia, condenados a la miseria y la opresión, y comparad con la falta de reacción cuando eso mismo ocurre con los gitanos, la población más brutalizada de Europa, asimismo víctima del Holocausto .

En Hungría, el partido neofascista Jobbik logró un 17% de los votos en las elecciones nacionales, algo que acaso no resulte tan sorprendente, si se recuerda que
tres cuartas partes de la población cree estar peor ahora que bajo la dominación comunista. Podríamos sentirnos tal vez aliviados por el hecho de que en Austria el ultraderechista Jörg Haider lograra sólo el 10% del sufragio en 2008, si no fuera porque el nuevo Partido de la Libertad, que está todavía más a su derecha, logró rebasar el 17%. Resulta escalofriante recordar que en 1928 los nazis consiguierion menos del 3% del sufragio en Alemania.

En Inglaterra, el Partido Naciona
l Británico y la Liga de Defensa Inglesa, en la derecha ultrarracista, son fuerzas importantes. En Alemania, [ex socialdemócrata] Thilo Sarrazin se lamenta de que los inmigrantes estén destruyendo el país y consigue un superventas con su lamento, mientras que la Cancillera Angela Merkel, aun condenando el libro, declara que el multicultutralismo ha "fracasado estrepitosamente": los turcos importados para hacer los trabajos sucios en Alemania han fracasado en cuanto a volverse rubios de ojos azules, auténticos arios.

Quienes conserven un sentido para la ironía recordarán que benjamin Franklin, una las principales figuras de la Ilustración, alertó de que las recientemente emancipadas colonias norteamericanas deberían andarse con cuidado a la hora de admitir la inmigración de alemanes, porque eran demasiado morenos; y lo mismo los suecos. Hasta bien entrado el siglo XX, los mitos ridículos sobre la pureza anglosajona eran comunes en los EEUU, incluso entre presidentes y otras figuras de viso. El racismo en la cultura literaria ha sido una obscenidad insalubre; pero peor ha sido en la práctica, huelga decirlo.

Es mucho más fácil erradicar la poliomielitis que esta horrible plaga que una y otra vez reapar
ece, y con mayor virulencia, en tiempos de malestar económico. No quiero terminar sin mencionar otra externalidad que se pasa por alto en los sistemas de mercado: el destino de la especie. Al riesgo sistémico en el sistema financiero puede ponerle remedio el sufrido contribuyente, pero nadie vendrá a rescatar el medio ambiente que está siendo devastado. Que deba se devastado, es poco menos que un imperativo institucional. Los dirigentes empresariales que están desarrollando campañas publicitarias para convencer a la población de que el calentamiento global antropogénico es un bulo izquierdista entienden perfectamente la gravedad de la amenaza, pero tienen que maximizar sus beneficios y sus cuotas de mercado a corto plazo. Si no lo hacen ellos, lo harán otros. Ese círculo vicioso podría terminar siendo letal.

Para percatarse de lo urgente del peligro, basta con echar un vistazo al nuevo Congreso de los EEUU, entronizado por la financiación y la publicidad empresariales. Casi todos son negacionistas climáticos. Ya han empezado a cortar fondos destinados a medidas capaces de mitigar la catástrofe medioambiental. Y lo que es peor: algunos de ellos se lo creen de verdad; por ejemplo, el nuevo jefe del subcomité de medioambiente, que va por ahí explicando que
el calentamiento global no puede ser un problema porque Dios prometió a Noé que no habría otro diluvio universal.

Si tales cosas estuvieran pasando en algún paisito remoto, hasta podríamos sonreírnos. Pero están pasando en el país más rico y poderoso del mundo. Y antes de que nos entre la risa boba, tenemos que recordar que la presente crisis económica se remonta en no pequeña medida a la fe fanática en dogmas como el de la hipótesis de la eficiencia de los mercados, y en general, en lo que el premio Nóbel Joseph Stiglitz llamó hace ya 15 años la "religión" de la omnisciencia de los mercados: una religión que impidió que los bancos centrales y los economista
s profesionales se percataran de la existencia de una enorme burbuja inmobiliaria sin la menor base en los fundamentos de la vida económica y que, al estallar, resultó devastadora para el conjunto de la economía.

Todo eso, y mucho más, puede seguir su curso mientras rija la doctrina Muashar. Mientras el grueso de la población se mantenga pasiva, apática, entregada al consumismo o al odio contra los vulnerables, los poderosos del mundo podrán seguir haciendo lo que les plazca, y a los que sobrevivan a eso no les quedará sino contemplar el catastrófico resultado.


El autor de esta conferencia, Noam Chomsky, es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Universalmente reconocido como renovador de la lingüística contemporánea, es el autor vivo más citado, el intelectual público más destacado de nuestro tiempo y una figura política emblemática de la resistencia antiimperialista mundial. El texto aquí traducido procede de una conferencia dictada en Amsterdam el pasado mes de marzo.

Fuente: www.sinpermiso.info