lunes, 10 de noviembre de 2014

"Elecciones" catalanas, aunque no oficiales


El ya famoso traductor de signos del funeral de Nelson Mandela es, en sí mismo, un signo de los tiempos. Un impostor convertido en celebridad por haber mostrado el cuajo suficiente para plantarse, púlcramente encorbatado, junto a los líderes mundiales traduciendo a un lenguaje inexistente unos discursos que era justo eso lo más que merecían.
Nadie hubiera podido imaginar algo mejor para poner en evidencia el absurdo de la política internacional. Si el tipo desvelara que lo suyo era en realidad un happening titulado “Sordos a las minorías: las grandes potencias, incapaces de hacerse entender por los grupos minoritarios”, gana un premio.
Al norte del continente negro, a Rajoy y Mas, en cambio, les sobra un intérprete como el sudafricano para no entenderse. Se bastan ellos solos a la hora de malinterpretar al otro. Si pudieran se harían muecas, cortes de mangas y peinetas cada vez que se vislumbran mutuamente. Lo que resulta difícil, porque no se pueden ni ver. En este caso está negro el continente y también el contenido.
Un último signo de los tiempos: en su propio funeral, el verdadero Mandela fue menos relevante que el intérprete de pacotilla. La insustancialidad al poder.

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