Las diferencias en su estructura productiva explican que bajo una misma regulación laboral convivan regiones con un paro similar a la media europea y otras que la superan en 2,5 veces
Hoy España expulsa más empleo que otros países, del mismo modo que hasta 2007 inclusive creó más puestos de trabajo que el resto de países de la UE. Del análisis del mapa del paro español se deducen algunas enseñanzas que aconsejan tomar con cautela el esperado efecto milagroso de la reforma laboral. La primera constatación apunta a que en España conviven tasas de paro muy dispares según las regiones, que oscilan entre el 10,9% del País Vasco (homologable con otros países) y casi el 28% de Canarias, y que entre ambos extremos (la diferencia entre una y otra supera ampliamente el doble) la intensidad del paro se gradúa de acuerdo con una secuencia geográfica muy definida. El paro se intensifica gradualmente, de menos a más, de forma ordenada y precisa, según se desciende desde el Norte del país hacia el Sur, todo lo cual parece indicar que el factor determinante de la intensidad del paro en España guarda relación de forma capital con la estructura productiva, es decir, con la especialización sectorial de la economía nacional y de sus regiones.
Otra enseñanza ejemplarizante es que el paro y formación guardan entre sí un relación directa. España está dividida en dos mitades a ambos efectos. De la mitad para abajo (incluidos los dos archipiélagos), tanto el paro como el fracaso escolar son superiores a la media nacional, mientras que en la mitad norte (incluido Madrid) ambas tasas se sitúan (salvo La Rioja, en el caso académico) por debajo del promedio.
Y la tercera evidencia apunta a que la relación causal que se ha establecido entre alta tasa de temporalidad y el elevado índice de paro (lo primero sería causa de lo segundo) se cumple de forma precisa en el caso de España (somos el segundo país de Europa por temporalidad y también el segundo por tasa de paro), pero esta coincidencia no se verifica de forma inexorable ni generalizada en los demás países, y tampoco en todas las comunidades autónomas españolas. Basten dos ejemplos: la tasa de paro en Europa la encabeza Letonia (22,3%) pese a que tiene la séptima tasa de temporalidad más baja de Europa (5,3%). Polonia, que encabeza la temporalidad laboral europea, tiene una tasa de paro del 9,1%, inferior a la media de la «eurozona» y de la UE. Con independencia de la conveniencia de revisar, mejorar y modernizar aspectos de la normativa laboral y de la negociación colectiva, como vienen reclamando numerosos economistas, estas tres aproximaciones permiten anticipar que, sin perjuicio de tales urgencias (todas las regiones tienen una tasa de paro por encima de la media europea), en el problema español del desempleo subyacen causas aún más profundas y estructurales, ligadas a la cultura empresarial y al saber hacer de cada territorio, a la preeminencia de unas u otras actividades económicas y al mayor o menor peso de sectores muy intensivos en mano de obra y que exigen poca cualificación o, a la inversa, con muy alto valor añadido, intensivos en capital y precisados de mano de obra cualificada y estable.
Si se analiza el mapa del paro en España, se observa que la tasa de desempleo difiere por regiones, pero no de forma aleatoria o dispersa, sino siguiendo una secuencia ordenada y rigurosa de Norte a Sur. Dos regiones españolas (País Vasco y Navarra) están por debajo del 12% del paro. El resto de la mitad norte (Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León, Madrid, La Rioja, Aragón y Cataluña) se mueve entre el 15,2% y el 17,9%, en todos los casos, inferior a media nacional (20,05% de la población activa).En la franja meridional inmediata (Extremadura, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Murcia y Baleares) el índice de paro ya supera el promedio (oscila entre el 21,6% y el 23,4%). Finalmente, en el extremo más sureño (Andalucía y Canarias), el desempleo alcanza proporciones superiores al 27%, es decir, el 154% por encima del índice de paro del País Vasco.Por consiguiente, con una legislación laboral y un modelo de relaciones laborales comunes, la resultante refleja que, en virtud de la intensidad del paro, existen cuatro Españas diferentes y que las causas de esas diferencias no pueden ser un factor que sea común para todas ellas, sino elementos disímiles que las diferencien.La primera explicación guarda relación con la territorialidad. A Napoleón se atribuye el aserto de que «la historia no es más que geografía». El determinismo geográfico también concurre en la economía. La actividad de cada lugar la determina la voluntad humana, pero también los recursos disponibles, la localización, el entorno, el clima y otros accidentes naturales y factores culturales e históricos.La mayor o menor relevancia de actividades cíclicas, estacionales o temporeras, la intensidad de la dependencia de sectores con baja o alta productividad, la concurrencia en cada territorio de economías más o menos competitivas, el nivel de industrialización, el grado de exposición al derrumbe del negocio inmobiliario (principal sector destructor de empleo en España) y a otros también muy sobredimensionados durante la fase alcista del ciclo, el grado de internacionalización de las empresas de cada región (hay una relación inversa entre capacidad exportadora y propensión a desalojar mano de obra cuando cae la demanda interna) y la preponderancia de producciones intensivas en empleo (crean mucha ocupación en la fase alcista pero también lo reducen con esa intensidad en época de crisis) o, a la inversa, la concentración de desarrollos muy intensivos en tecnología son diferenciaciones decisivas que determinan el dispar comportamiento de unas y otras autonomías.
También es relevante en qué regiones son preponderantes y en cuáles no las actividades más proclives a «sumergirse» para ocultarse al fisco en tiempo de crisis. Y también lo es la tasa de actividad: tendrán más paro las que hayan aumentado más la población en edad de trabajar, bien por el crecimiento vegetativo de la población o por la intensidad de la inmigración recibida. España absorbió a cinco millones de inmigrantes entre 1996 y 2007.El mapa del paro tiene una elevada coincidencia con el del fracaso escolar. Con la salvedad de La Rioja, España está dividida en dos mitades: la septentrional, incluida Madrid, tiene tasas de desempleo y de fracaso académico inferiores a la media. A la inversa, Extremadura, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Baleares, Murcia, Andalucía y Canarias las superan.Las regiones meridionales, aquellas que vivieron con más intensidad el «boom» inmobiliario y el desarrollo del turismo y de la hostelería, el crecimiento desmesurado de actividades fáciles y rápidas, con escaso valor añadido y que no precisan mano de obra muy cualificada ni largos períodos formativos, atrajeron a jóvenes con empleos de aluvión, que les generaban ingresos inmediatos sin aguardar a completar su ciclo educativo. Ese fenómeno de crecimiento raudo de actividades que cebaron la «burbuja» española de 1995 a 2007 favoreció el abandono escolar allí donde la economía crecía a tasas superiores. Esos sectores se han hundido y esos jóvenes (de muy difícil recolocación porque carecen de formación y destrezas para actividades más especializadas y complejas) nutren hoy de forma predominante las listas de paro. Es el drama de quienes precipitaron el fin de su formación y ahora carecen del empleo que los atrajo. Y su reciclaje para reinsertarlos en el mercado laboral cuando éste se recupere va a ser uno de los mayores retos del país. Y más cuando existe consenso de que España no podrá volver a crecer con las «locomotoras» del pasado.
La construcción se recuperará, pero ya no podrá (ni debería) aportar el 13% del PIB, que es uno de los grandes errores que ahora está pagando la economía española.La tasa de desempleo entre los españoles con estudios superiores es del 8,8%; en los que sólo poseen Bachillerato y FP de grado medio ya se eleva al 15,3%, pero entre quienes apenas tienen Primaria alcanza el 21,7%. Un país hace lo que sepan hacer sus empresarios y sus trabajadores. El necesario cambio del patrón de crecimiento español exige renovar la estructura productiva y mejorar la formación. Ambos desafíos ocuparán a varias generaciones.
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