La productividad de un país da la medida de la solidez de su economía y de las perspectivas de crecimiento de su renta per cápita. En el caso de España, el análisis de este indicador revela algo evidente: la economía nacional atraviesa un bache y tardará tiempo en salir a flote.
El país debe aprender a producir bienes y servicios de manera más eficiente, empleando menos recursos y logrado más valor añadido. Un modelo económico en el que prime la calidad sobre la cantidad, lo que hace competitiva cualquier economía moderna.
Economías avanzadas como la de los Países Bajos, donde la tasa de productividad quintuplica la de España y sus habitantes trabajan casi la mitad que los ibéricos. Los nórdicos llevan ahora una vida de mediterráneos… Su jornada laboral es un 25% inferior a las 1.775 horas anuales que trabajan de media los españoles. ¿Por qué ellos se lo pueden permitir?
Analizando las razones del estancamiento de la eficiencia laboral española, se obtiene la receta holandesa para ganar más haciendo menos. Si el crecimiento de la productividad en España se ha mantenido por debajo del 1,66% desde 1995, frente a la tasa del 6,2% de Finlandia o del 4,6% de Estados Unidos -según recoge un informe del Instituto de Estudios Económicos- se debe fundamentalmente a la menor cualificación del capital humano, de la fuerza de trabajo. Esto explicaría el 59% del retraso de la productividad española, según los expertos.
El resto de los males se reparte entre las disfunciones del mercado de trabajo, el tamaño medio de las empresas, la inversión en I+D y el peso excesivo de sectores poco productivos del modelo español, como el de la construcción.
Para poner remedio a lo anterior, lo más eficiente es estudiar la economía de un país con una productividad modelo. Así aumentan las posibilidades de que España deje de ser el país europeo que más trabaja y que cosecha a la vez más disgustos laborales. Superar este despropósito en el futuro dependerá, en opinión de los economistas, de que los principales actores de la economía española adopten estas medidas:
Empresas:
Más ambición e innovaciónSolo las empresas españolas de mayor tamaño (con más de 250 empleados) logran una productividad similar a las de Estados Unidos. El resto –multitud de pymes en España- posee niveles de productividad mejorables. En general, no logran despegar en el indicador por la escasa inversión dedicada al capital tecnológico y la insuficiente ambición para abrirse camino en el exterior, que se traduciría en mejoras en los procesos para competir a nivel internacional. Algunas empresas se han relajado tanto en la creación de valor añadido que tienen ahora problemas para competir a nivel doméstico.
Además, las empresas españolas deberían ser más finas aprovechando su capital humano: aún hay recorrido para asignar mejor los perfiles profesionales a los puestos, reducir el número de contratos temporales –con esta fórmula se tiran por la borda horas de training- estructurar mejor la jornada laboral -descartando la jornada partida- y aumentar los incentivos salariales a la productividad.
Trabajadores: más útiles cuanto más formados
Uno de los principales problemas laborales de España es que sobra mano de obra poco cualificada. Si más jóvenes continuaran sus estudios con la Formación Profesional Superior o la Universidad, y la calidad de la enseñanza mejorara, la tasa de productividad de la economía crecería de forma inmediata.
Además, contar con más personal cualificado incentivaría a las empresas a gastar más en I+D+i y acostumbrarse a innovar. Poco a poco se transformaría el modelo económico español: retrocedería el excesivo peso de la construcción –que además cuenta con un ratio bajo de productividad- para ganar terreno sectores más tecnológicos y con una mayor tasa de productividad. En ese nuevo modelo, menos dependiente de trabajadores poco cualificados, cambiar de trabajo sería menos costoso para empleados y empleadores. Un mercado laboral marcado por la flexiseguridad, como el que existe en los Países Bajos, se abriría paso.
Una Administración más sencilla y eficiente
La Administración española iguala a otras europeas en la inversión de I+D+i, pero complica demasiado los trámites para hacer negocios. Sólo dar de alta una iniciativa empresarial puede llevar decenas de trámites. Los expertos instan a los políticos a rebajar también los costes de algunas tasas comerciales, superiores a las de otros países del entorno.
Pero, sin duda, la gran responsabilidad de la Administración es formar a la fuerza laboral del país. En ello debería concentrar todos sus esfuerzos. Los expertos piden las siguientes mejoras en este ámbito: aumentar la progresividad de la financiación de la universidad pública, elevar el presupuesto destinado a becas, contratar más docentes extranjeros en las universidades y, por último, apostar por una formación superior menos especializada, similar a la impartida en Estados Unidos, que permite cambiar de puesto de trabajo sin demasiados problemas y sumergirse en un reciclaje profesional.
La buena noticia de todo esto es que tener que aplicar de forma inevitable estas reformas en los próximos años servirá para mejorar no sólo la productividad sino también para reducir el desempleo.
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