El pasado sábado, 50 directivos de Fortis (que acaba de ser adquirido por BNP Paribas) se dieron una comilona de 3.000 euros por cubierto en el mejor restaurante de Montecarlo (el Louis XV, del Hotel de París). Un almuerzo de 150.000 euros, vamos. Mientras los empleados de bancos y aseguradoras abandonan sus trabajos sólo con una caja de cartón con sus pertenencias, los altos directivos han gozado de unas condiciones bien distintas gracias a sus contratos blindados.
Sobre estos gastos extra, Fernando Bayón, director de la consultora Eurotalent, señala que "ése es el peor ejemplo que pueden dar. Si toca apretarse el cinturón, los primeros que tienen que hacerlo son aquellos que durante los últimos diez años han estado ganando mucho dinero. Debe ser así, a pesar de que, evidentemente, ellos no van a sufrir la crisis como nosotros".
¿Hasta qué punto son responsables esos peces gordos de la crisis? "Un directivo tiene la responsabilidad de cuidar del dinero de otros. Lo que ha pasado es que algunos han sido imprudentes y han querido beneficios para ellos y no para sus empresas. No han pensado en el largo plazo", dice José Ramón Pin, de IESE.
Ético no, pero ilegal tampoco
Juan Ignacio Sanz, profesor de la facultad de Derecho de Esade, señala: "Una cosa es que en una situación de crisis un alto directivo reciba un sueldo millonario. Puede ser contrario a la ética, pero no es ilegal". Si a la banca comercial le hubiera pasado lo mismo que a Bear Stearns o a Lehman, los accionistas podrían haber emprendido acciones legales, pero no en caso de bancos de inversión.
Fernando Bayón opina que "los bancos son tan culpables como los demás protagonistas de la euforia". "Nadie pensó que se iba a producir esta situación tan pronto y de forma tan agresiva. Cuando se produce un exceso, siempre se crea un problema y en esta ocasión el exceso no sólo se ha producido en banca, sino también en las inmobiliarias, el consumo y el ocio. Pero la banca es el sector más llamativo, porque una hipoteca dura veinte años, no unos meses".
Joan Fontrodona, director de del departamento de Ética de IESE, explica: "Cuando hay un problema de esta complejidad, las causas son múltiples. Me parece que achacar la responsabilidad sólo a uno de los agentes implicados sería bastante injusto". "Todos debemos autoexaminarnos para ver qué responsabilidad tenemos", dice, "incluso el ciudadano de a pie. Venimos de una época de euforia donde buscábamos altas rentabilidades en nuestras inversiones".
Pecar de pardillos
El ansia de ganar dinero puso presión en el sistema y condujo a la creación de productos financieros poco fiables, añade. "Los sistemas de control flojearon un poco y faltó prudencia en la toma de decisiones. En general, se produjo una falta de moderación" cuya consecuencia es la brutal caída de las bolsas en las últimas semanas.
Bien, el pequeño inversor se dejó llevar por la ambición. Quería poner uno y recoger diez en cuestión de horas. Pero, según Fernando Bayón, a él no se le puede considerar responsable: "Ellos han pecado de pardillos, han invertido sin pararse a pensar que la bonanza económica no iba a durar toda la vida".
José Ramón Pin, de IESE, señala alarmado que "es inquietante: la mayor parte de los directivos que están hoy en entredicho seguro que han estudiado un MBA en Harvard, Wharton, el IESE o el Instituto de Empresa. ¿Qué les han enseñado estas escuelas? Porque hay asignaturas de deontología y responsabilidad social corporativa...".
Lo que ha quedado claro es que la libertad puede ser peligrosa. Fernando Bayón dice: "En estos momentos es muy difícil pedir responsabilidades legales, porque apenas hay legislación; pero esa regulación llegará y con ella se limitarán las libertades empresariales... Lo cual, a la larga, es malo".
Con los códigos no vale
Fontrodona añade: "Para evitar que esto vuelva a ocurrir, las leyes son importantes, pero no son suficientes. Es curioso; hace seis años se produjo la crisis de la nueva economía y también se realizó una reflexión. Fue el boom de los códigos de buen gobierno. Se decía que los consejos de administración tenían una responsabilidad y que no volvería a pasar lo mismo. Pero así ha sido. Tener un marco regulador es importante, pero no debemos confiar a ciegas en él".
Este profesor de Ética considera que "la solución no es endurecer las leyes, sino formar y educar a la gente en términos de valores y de aspiraciones", añade Joan Fontrodona. "Si construimos una sociedad basada en el consumo, el dinero fácil y la falta de esfuerzo, seguro que acabará quebrándose. La sociedad se construye con valores, no con leyes. Es preciso recuperar la confianza con prudencia y haciendo una llamada a la moderación".
¿Es viable que esto ocurra? "Cuando uno se enfrenta a una situación muy negativa, siempre tiende a reflexionar".
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